En la primera lectura, el profeta Isaías enmarcaba el acontecimiento que celebramos hoy, el pueblo que caminaba en tinieblas ha visto la gran luz, sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado la luz. El anuncia algo muy grande, anuncia el desborde de la presencia de Dios en medio de todas las cadenas, de todos engaños de la idolatría. Y lo anuncia en términos de tinieblas y la luz.
El Señor a lo largo de los siglos iba inculcando a su pueblo él era el único Dios y que él era quien los iba a conducir en el camino de la verdad, era el único que lo iba a conducir en el camino de la verdad.
El pueblo siempre tuvo la tentación de caer en idolatría. La historia no cambia hoy nos pasa lo mismo. Tenemos oscuridades en el corazón, oscuridades en la familia, en la ciudad, en el país, en el mundo. Oscuridades existenciales que las queremos solucionar con más oscuridades. Nos dejamos engañar por luces que no son verdaderas. Por farolitos de artificiales, o por grandes fuegos artificiales que iluminan un minuto y después se van. La luz de Dios es mansa y se nos mete en la vida y nos va acompañando con mansedumbre a lo largo de toda la vida. Así nos ilumina el Señor con mansedumbre y con paciencia. Siglos y siglos de paciencia que todavía tiene hoy. Paciencia para con nuestro corazón rebelde que prefiere la lucecita del momento propia de un ídolo a la gran luz del Hijo que se manifiesta.
Un obispo dijo públicamente “nos han secuestrado la Navidad”. Parece que la Navidad es correr detrás de las lucecitas, colmar los shopping abiertos hasta las cuatro de la mañana, todos apurados, y con la cabeza en mil cosas. Después cuando reposamos un poco, ya se nos pasó. Ese es el sentido de la Navidad, ese es el sentido de la luz de Dios en medio de las tinieblas. Me gustó la frase. Nos han secuestrado la Navidad y hay que rescatarla. Rescatarla abriendo el corazón a la luz. ¿Cómo se hace en medio de las tinieblas? Al igual que los pastores, el ángel les dice: “No teman, esto les servirá de señal” Y cuál es la señal, un niño, nos marca la ternura de Dios.
Dios nuestro padre se vuelca con ternura. Ese Dios manso que fraguó su mansedumbre en la paciencia, se acerca de la manera más indefensa. La señal es la ternura y hoy, al desearles feliz Navidad, quiero decirles, simplemente, les quiero decir que no le tengan miedo a la caricia de Dios, a la ternura de Dios, ténganle miedo sí, a la espectacularidad de los ídolos de moda, piensen en esta Navidad secuestrada y rescátenla, dejándose acariciar por la ternura de Dios, no le tengan miedo.
El nos decía a través del profeta Isaías: “Acaso una madre se puede olvidar del hijo que lleva en sus entrañas. Aunque una madre se olvidará, yo no me voy a olvidar de vos”. Nos tiene metido en su memoria, por eso al desearles Feliz Navidad, les pido esto: “Déjense querer por ese amor tan tierno, tan de madre y de padre con el cual Dios se manifiesta, y no se dejen engañar por los ídolos que no nos pueden prometer absolutamente nada. La ternura de Dios, la caricia de Dios, es la Feliz navidad de esta noche”.+
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