jueves, 10 de septiembre de 2009

El arquero que decidio ser Sacerdote

En las últimas tres temporadas, Sandro Airet intercaló el púlpito, el rosario y la Biblia con los guantes, los botines y el arco de Defensores de Salto. Ahora al arquero le llegó el momento de optar entre su vocación eclesiástica --el sábado 26 se ordena como cura-- y su pasión deportiva, que le hubiese acarreado las exigencias de competir en el Torneo Argentino B. "Soy un seminarista que además juega al fútbol, y no a la inversa: un futbolista que además es seminarista", le explicó Airet a Clarín. Por eso dejará el arco de Defensores de Salto tras un año en el Argentino C, donde el equipo logró el ascenso, y otros dos en el Argentino B.

Pero no terminará su carrera futbolística. Lo cuenta: "Voy a jugar en 12 de Octubre de la localidad cercana de Ferre, en la Liga local. Si bien tiene exigencias, no son tantas como las del Argentino B, que incluye viajes a otras ciudades. No podía decirle a la gente que no iba a bautizarlos o a casarlos porque tenía que ir a jugar a Córdoba, a Mar del Plata o a Mendoza. Sí me voy a quedar en Salto, un sitio especial que me atrapó, desarrollando mi labor en una Parroquia, La Conversión de San Pablo, de acá".

Nacido hace 35 años en Rojas, Airet hizo inferiores en Argentino y a los 14 años marchó a Pergamino para jugar en Douglas Haig, donde permaneció tres temporadas y debutó en la Primera, a los 17 años, en la B Nacional. Luego siguió en las inferiores de Boca, volvió a Argentino de Rojas y atajó en Primera B para Defensores Unidos de Zárate y General Lamadrid. Estuvo un año en Fluminense y a la vuelta de Brasil ingresó al seminario, dejando de jugar durante cuatro años. "Una vez que acomodé los horarios y las obligaciones y pude empezar a salir atajé dos años en Huracán, de la Liga de Rojas, y después pasé a Defensores de Salto. Le estoy agradecido a un rector que tuve, Hugo Papaleo, apasionado del fútbol que me entendió y me permitió seguir en un deporte superexigente, por entrenamientos y concentraciones. Igual que el Padre José Karaman, en Salto. De entrada sólo entrenaba los viernes y jugaba los domingos. Mientras iba haciendo la pastoral en la Parroquia de Salto. Para armonizar ambas actividades, me iba acomodando casi día a día. Gracias a Dios pude hacerlo y en Defensores pasé años fantásticos. Fue un regalo inesperado que me hizo Dios: integrar un plantel sensacional, por calidad de futbolistas y valores humanos, y lograr el ascenso en el club de la ciudad donde estaba haciendo la pastoral e iba a oficiar de cura en los próximos años. No hay palabras ¿Qué mas podía pedir".

Su conexión espiritual influyó en los rezos previos a los partidos y todos sus compañeros cumplieron con la promesa hecha: después de ascender al Argentino B, todos caminaron los 115 kilómetros desde Salto a Luján para agradecerle a la Virgen. "Fue una experiencia muy linda y reconfortante", resume Airet. "Me dolió irme de Defensores, porque este club es mi casa, tiene un ambiente familiar, los directivos son serios y cumplen, nos conocemos todos. Pero son ciclos que se cumplen", señala el futuro cura.
Una opinión válida es la de Carlos Bedini, reconocido periodista de Salto: "Sandro se ganó a toda la gente de esta ciudad, no sólo por ser un personaje conocido por ser futbolista sino por su humildad y capacidad como ser humano".
Por: Guillermo Tagliaferr
Extraído del Diario Clarín

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