
La inmensa mayoría debía soportar una carga tan pesada que resultaba imposible de llevar.
Ante esta situación, Jesús realiza una convocatoria al alivio y al descanso: “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga liviana” (Mt 11, 28-30).
“El legalismo de los maestros judíos era un peso agobiante, un yugo insoportable, que originaba una religión triste y una moral estéril. En cambio la ley de Cristo es yugo llevadero y carga ligera, porque su clima es la amistad, que genera alegría y confianza. No obstante, la levedad del yugo de Jesús no significa que exija menos que los rabinos judíos. Al contrario, exige más, como vemos en el discurso del monte. Pero de otra manera; porque Jesús no es un mesías despótico, sino manso y humilde de corazón, como anunciaron los profetas” (Zac 9,9)”.
Lo dice Basilio Caballero en un bien documentado libro que recomiendo: “La palabra cada día”. Sugiero seguir leyendo:
“No cabe duda, Jesús reprobó la religión de su tiempo, que imponía una dura disciplina a los hombres, sin comunicarles la alegría de la salvación. Por desgracia tal religión y moral sin alegría no han muerto del todo. Todavía hay quienes confunden el mensaje evangélico de Cristo, que es buena nueva de salvación, donación de vida y de filiación divina, libertad y gozo, solidaridad y amor fraterno, con un cúmulo de leyes, mandatos, prohibiciones, amenazas y temores al castigo de Dios.
Tal moralismo es negativo, porque, en vez de suscitar la alegría de una buena noticia, produce tristeza y angustia, cumplimiento ritualista y pesimismo, sentido derrotista y moral de esclavos que cargan con un pesado fardo...”
¡Hasta mañana!
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