El sábado 28 de Noviembre, como provincia Ar, los Sacerdotes del Corazón de Jesús (Dehonianos) vivimos un momento de fraternidad y de gran alegría con la ordenación de Moisés Erasmo Mendoza en Malagueño (Córdoba)
Moisés fue ordenado Diácono en la Capilla de San José en Malagueño, y donde a partir de Diciembre comenzará su trabajo pastoral.
El lema que eligió fue "Sólo Tu Gracias me basta". La comunidad preparó muy bien toda la fiesta, y los jóvenes realmente se comprometieron en el trabajo de la fiesta.
Felicidades Moisés, un abrazo!!!
lunes, 30 de noviembre de 2009
domingo, 29 de noviembre de 2009
Adviento
Comenzamos el tiempo de adviento (latín: adventus Redemptoris, 'venida del Redentor' )? es el primer periodo del año litúrgico cristiano, que consiste en un tiempo de preparación para el nacimiento del Salvador. Su duración es de 21 a 28 días, dado que se celebran los cuatro domingos más próximos a la festividad de Navidad.
Marca el inicio del año litúrgico en casi todas las confesiones cristianas. Durante este periodo los feligreses se preparan para celebrar la conmemoración del nacimiento de Jesucristo y para renovar la esperanza en la segunda Venida de Cristo Jesús, al final de los tiempos Parusía.
Durante el adviento, se prepara en cada hogar (no sólo en la Iglesia) una corona de ramas de pino, llamada Corona de adviento con cuatro velas, una por cada domingo de adviento. Hay una pequeña tradición de Adviento: a cada una de esas cuatro velas se le asigna una virtud que hay que mejorar en esa semana, por ejemplo: la primera, el amor; la segunda, la paz; la tercera, la tolerancia y la cuarta, la fe.
Los domingos de adviento la familia o la comunidad se reúne en torno a la corona de adviento. Luego, se lee la Biblia y alguna meditación. La corona se puede llevar al templo para ser bendecida por el sacerdote.
lunes, 16 de noviembre de 2009
Shrek
Shrek es la típica película que nos facilita la reflexión sobre algunos aspectos básicos de la antropología de la vocación. Es decir, hay una serie de elementos que nos permiten hablar de una persona madura, esos elementos constituyen la basa para el desarrollo posterior de la vocación. Además, es un film muy bien hecho que agrada tanto a los grandes como a los más jóvenes, por lo que recomendamos su utilización con todos los públicos.
El problema de fondo sobre el que gira la película es la identidad personal que parte de un autoconocimiento que nos lleve a la aceptación de nosotros mismos. Este proceso de aceptación personal lo recorren los dos protagonistas aunque cada uno a su manera: el ogro Shrek y la princesa Fiona.
Como conclusión recordar lo que Jeffrey Katzenberg, el gran jefe de la división de animación de DreamWorks, dice para definir el film como "una alegoría en la que podemos encontrar algo sobre nuestras propias vidas. Cada uno de nuestros personajes llega a comprender que hay algo maravilloso en ser del modo que uno es. Pienso que es verdad en el caso de todos nosotros: la gente que finalmente llega a conocernos y amarnos, ve lo valioso que hay dentro de nosotros. Ya seas una princesa, un burro, o incluso un gran, verde y apestoso ogro, puedes encontrar el amor y la felicidad."
http://www.cineyvocacion.org/shrek.html
El problema de fondo sobre el que gira la película es la identidad personal que parte de un autoconocimiento que nos lleve a la aceptación de nosotros mismos. Este proceso de aceptación personal lo recorren los dos protagonistas aunque cada uno a su manera: el ogro Shrek y la princesa Fiona.
Como conclusión recordar lo que Jeffrey Katzenberg, el gran jefe de la división de animación de DreamWorks, dice para definir el film como "una alegoría en la que podemos encontrar algo sobre nuestras propias vidas. Cada uno de nuestros personajes llega a comprender que hay algo maravilloso en ser del modo que uno es. Pienso que es verdad en el caso de todos nosotros: la gente que finalmente llega a conocernos y amarnos, ve lo valioso que hay dentro de nosotros. Ya seas una princesa, un burro, o incluso un gran, verde y apestoso ogro, puedes encontrar el amor y la felicidad."
http://www.cineyvocacion.org/shrek.html
SOBRE LOS PROYECTOS DE LEY DE MATRIMONIO HOMOSEXUAL
Ante el conocimiento de un próximo debate legislativo sobre proyectos de ley de matrimonio homosexual, la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina manifiesta al respecto:
El matrimonio como relación estable entre el hombre y la mujer, que en su diversidad se complementan para la transmisión y cuidado de la vida, es un bien que hace tanto al desarrollo de las personas como de la sociedad. No estamos ante un hecho privado o una opción religiosa, sino ante una realidad que tiene su raíz en la misma naturaleza del hombre, que es varón y mujer. Este hecho, en su diversidad y reciprocidad, se convierte, incluso, en el fundamento de una sana y necesaria educación sexual. No sería posible educar la sexualidad de un niño o de una niña, sin una idea clara del significado o lenguaje sexual de su cuerpo. Estos aspectos que se refieren a la diversidad sexual como al nacimiento de la vida, siempre fueron tenidos en cuenta como fuente legislativa a la hora de definir la esencia y finalidad del matrimonio. En el matrimonio se encuentran y realizan tanto las personas en su libertad, como el origen y el cuidado de la vida.
Esto no debe ser considerado como un límite que descalifica, sino como la exigencia de una realidad que por su misma índole natural y significado social, debe ser tutelada jurídicamente. Estamos ante una realidad que antecede al derecho positivo y, por lo mismo, es para él fuente normativa en lo sustancial.
Afirmar la heterosexualidad como requisito para el matrimonio no es discriminar, sino partir de una nota objetiva que es su presupuesto. Lo contrario sería desconocer su esencia, es decir, aquello que es. “El matrimonio no es una institución puramente humana a pesar de las numerosas variaciones que ha podido sufrir a lo largo de los siglos en las diferentes culturas, estructuras sociales y actitudes espirituales. Estas diversidades no deben hacer olvidar sus rasgos comunes y permanentes”[1].
El matrimonio se funda en la unión complementaria del varón y la mujer, cuyas naturalezas se enriquecen con el aporte de esa diversidad radical. La realidad nos muestra que toda consideración física, psicológica y afectiva de los sexos, es expresión de esa diversidad, la cual además no se explica en un sentido antagónico, sino de complemento mutuo. El varón y la mujer, conforman desde esa diversidad complementaria, una nueva realidad que es la familia y que, desde los inicios mismos de la humanidad, ha sido protegida por las sociedades civilizadas, con la institución del matrimonio. Confirma esa realidad, la Declaración Universal de los Derechos del Hombre la cual exige “reconocer el derecho del hombre y de la mujer a contraer matrimonio y a formar una familia”[2].
Es responsabilidad de todos proteger este “bien de la humanidad”, (como llamaba Juan Pablo II a la familia), de allí el deseo que nos mueve a sumar las presentes reflexiones en un diálogo sincero con la sociedad y como aporte a quienes tienen la difícil tarea de legislar sobre estos temas.
La Sagrada Familia de Nazareth, modelo permanente, ayude a descubrir a nuestros jóvenes, el valor de la vocación matrimonial.
Notas:
[1] Catecismo de la Iglesia Católica, Nº 1603.
[2] Declaración Universal de los Derechos Humanos, art. 16 y Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, art. 23, inc. 2; Convención Americana de los Derechos Humanos, art. 17, inc. 2; ss.
Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina
Buenos Aires, 5 de noviembre de 2009.
El matrimonio como relación estable entre el hombre y la mujer, que en su diversidad se complementan para la transmisión y cuidado de la vida, es un bien que hace tanto al desarrollo de las personas como de la sociedad. No estamos ante un hecho privado o una opción religiosa, sino ante una realidad que tiene su raíz en la misma naturaleza del hombre, que es varón y mujer. Este hecho, en su diversidad y reciprocidad, se convierte, incluso, en el fundamento de una sana y necesaria educación sexual. No sería posible educar la sexualidad de un niño o de una niña, sin una idea clara del significado o lenguaje sexual de su cuerpo. Estos aspectos que se refieren a la diversidad sexual como al nacimiento de la vida, siempre fueron tenidos en cuenta como fuente legislativa a la hora de definir la esencia y finalidad del matrimonio. En el matrimonio se encuentran y realizan tanto las personas en su libertad, como el origen y el cuidado de la vida.
Esto no debe ser considerado como un límite que descalifica, sino como la exigencia de una realidad que por su misma índole natural y significado social, debe ser tutelada jurídicamente. Estamos ante una realidad que antecede al derecho positivo y, por lo mismo, es para él fuente normativa en lo sustancial.
Afirmar la heterosexualidad como requisito para el matrimonio no es discriminar, sino partir de una nota objetiva que es su presupuesto. Lo contrario sería desconocer su esencia, es decir, aquello que es. “El matrimonio no es una institución puramente humana a pesar de las numerosas variaciones que ha podido sufrir a lo largo de los siglos en las diferentes culturas, estructuras sociales y actitudes espirituales. Estas diversidades no deben hacer olvidar sus rasgos comunes y permanentes”[1].
El matrimonio se funda en la unión complementaria del varón y la mujer, cuyas naturalezas se enriquecen con el aporte de esa diversidad radical. La realidad nos muestra que toda consideración física, psicológica y afectiva de los sexos, es expresión de esa diversidad, la cual además no se explica en un sentido antagónico, sino de complemento mutuo. El varón y la mujer, conforman desde esa diversidad complementaria, una nueva realidad que es la familia y que, desde los inicios mismos de la humanidad, ha sido protegida por las sociedades civilizadas, con la institución del matrimonio. Confirma esa realidad, la Declaración Universal de los Derechos del Hombre la cual exige “reconocer el derecho del hombre y de la mujer a contraer matrimonio y a formar una familia”[2].
Es responsabilidad de todos proteger este “bien de la humanidad”, (como llamaba Juan Pablo II a la familia), de allí el deseo que nos mueve a sumar las presentes reflexiones en un diálogo sincero con la sociedad y como aporte a quienes tienen la difícil tarea de legislar sobre estos temas.
La Sagrada Familia de Nazareth, modelo permanente, ayude a descubrir a nuestros jóvenes, el valor de la vocación matrimonial.
Notas:
[1] Catecismo de la Iglesia Católica, Nº 1603.
[2] Declaración Universal de los Derechos Humanos, art. 16 y Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, art. 23, inc. 2; Convención Americana de los Derechos Humanos, art. 17, inc. 2; ss.
Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina
Buenos Aires, 5 de noviembre de 2009.
viernes, 13 de noviembre de 2009
Somos hermanos, queremos ser Nación
Los obispos que participan de la 98ª asamblea plenaria del Episcopado, en la casa de ejercicios El Cenáculo-La Montonera, de Pilar, renuevan el llamado a comprometerse “hacia un bicentenario en justicia y solidaridad (2010-2016), sin pobreza ni exclusión, sin enemistades ni violencias”.
1. En el mes de noviembre del 2008, en el Documento “Hacia un Bicentenario en Justicia y Solidaridad” (HB), delineamos la necesidad de recorrer un camino basado en el diálogo y en la búsqueda de consensos y acuerdos que confluyeran en algunas políticas públicas, base de un verdadero proyecto de Nación.
2. Ese Documento es fruto de nuestra experiencia pastoral, que nos muestra que en el pueblo existen hondos deseos de vivir en paz y en una convivencia basada en el entendimiento, la justicia y la reconciliación.
3. En este tiempo, sin embargo, percibimos un clima social alejado de esas sanas aspiraciones de nuestro pueblo. La violencia verbal y física en el trato político y entre los diversos actores sociales, la falta de respeto a las personas e instituciones, el crecimiento de la conflictividad social, la descalificación de quienes piensan distinto, limitando así la libertad de expresión, son actitudes que debilitan fuertemente la paz y el tejido social.
4. También nos preocupa la crueldad y el desprecio por la vida en la violencia delictiva, frecuentemente vinculada al consumo de drogas, que no sólo causan dolor y muerte en muchas familias sino también pone a los jóvenes en el riesgo de perder el sentido de la existencia.
5. La situación de pobreza es dramática para muchos hermanos nuestros. Aunque ya se han definido algunos caminos de ayuda y asistencia para las necesidades más urgentes, se hace necesario alcanzar estructuras más justas que consoliden un orden social, político y económico, con equidad e inclusión.
6. Muchas veces no se encuentran fácilmente los medios para atender y canalizar las necesidades legítimas de los distintos sectores, pero siempre se debe tener en cuenta que la democracia no se fortalece en la conflictividad de las calles y rutas, sino en la vigencia de las Instituciones republicanas.
7. Nuestra mirada sería incompleta si no señaláramos como raíz del problema la crisis cultural, moral y religiosa en que estamos inmersos.
8. La cultura relativista imperante, al tiempo que corroe el sentido de la verdad, acentúa también el individualismo que lleva al encierro y la indolencia frente al sufrimiento del hermano y a un progresivo acostumbramiento y resignación ante la pobreza y exclusión de muchos. Por otro lado, el consumismo exacerbado de unos pocos expresa la prevalencia de actitudes narcisistas y egoístas en la sociedad.
9. Es una crisis moral porque se han debilitado valores fundamentales de la convivencia familiar y social. La voluntad no se mueve tanto para el servicio y la solidaridad sino tras lo placentero del momento. La deuda social no es solamente “un problema económico o estadístico. Es, primariamente, un problema moral que nos afecta en nuestra dignidad más esencial”. (HB5)
10. Es una crisis religiosa porque no hemos tenido suficientemente en cuenta a Dios como Creador y Padre, fundamento de verdadera fraternidad y de toda razón y justicia. Sin Dios estamos como huérfanos y la sombra del desamparo se expande sobre los que están a la intemperie social.
11. Ante la situación descripta, nos preguntamos: ¿Por qué no hemos sabido concretar en la Argentina los sanos deseos de nuestro pueblo? La vida en democracia requiere ser animada por valores permanentes, y fundamentarse en:
• El respeto a la Constitución Nacional y las Leyes.
• La autonomía de los Poderes del Estado como principio fundamental de la República, y la vigencia de las Instituciones.
• El bien personal y sectorial deben armonizarse con la búsqueda del bien común, y siempre teniendo particularmente en cuenta a los más pobres.
12. Tal como lo afirmamos en noviembre del año pasado, renovamos el llamado a comprometernos hacia un Bicentenario en Justicia y Solidaridad (2010-2016), sin pobreza ni exclusión, sin enemistades ni violencias. Reafirmamos que “nuestra patria es un don de Dios confiado a nuestra libertad, como un regalo que debemos cuidar y perfeccionar” (HB11). En ella todos somos corresponsables de la construcción del bien común y creceremos sanamente como Nación si afianzamos juntos nuestra identidad.
13. El próximo 10 de diciembre asumirán legisladores y otros representantes que han sido electos durante este año. Invitamos a nuestros fieles a que recemos en cada parroquia y capilla en las Misas del sábado 5 y domingo 6 de diciembre, por ellos y por todos los que tienen alguna responsabilidad pública.
14. Renovando nuestra esperanza en Jesucristo Señor de la Historia, pedimos a la Virgen de Luján nos ayude a seguir construyendo una Patria de hermanos.+
1. En el mes de noviembre del 2008, en el Documento “Hacia un Bicentenario en Justicia y Solidaridad” (HB), delineamos la necesidad de recorrer un camino basado en el diálogo y en la búsqueda de consensos y acuerdos que confluyeran en algunas políticas públicas, base de un verdadero proyecto de Nación.
2. Ese Documento es fruto de nuestra experiencia pastoral, que nos muestra que en el pueblo existen hondos deseos de vivir en paz y en una convivencia basada en el entendimiento, la justicia y la reconciliación.
3. En este tiempo, sin embargo, percibimos un clima social alejado de esas sanas aspiraciones de nuestro pueblo. La violencia verbal y física en el trato político y entre los diversos actores sociales, la falta de respeto a las personas e instituciones, el crecimiento de la conflictividad social, la descalificación de quienes piensan distinto, limitando así la libertad de expresión, son actitudes que debilitan fuertemente la paz y el tejido social.
4. También nos preocupa la crueldad y el desprecio por la vida en la violencia delictiva, frecuentemente vinculada al consumo de drogas, que no sólo causan dolor y muerte en muchas familias sino también pone a los jóvenes en el riesgo de perder el sentido de la existencia.
5. La situación de pobreza es dramática para muchos hermanos nuestros. Aunque ya se han definido algunos caminos de ayuda y asistencia para las necesidades más urgentes, se hace necesario alcanzar estructuras más justas que consoliden un orden social, político y económico, con equidad e inclusión.
6. Muchas veces no se encuentran fácilmente los medios para atender y canalizar las necesidades legítimas de los distintos sectores, pero siempre se debe tener en cuenta que la democracia no se fortalece en la conflictividad de las calles y rutas, sino en la vigencia de las Instituciones republicanas.
7. Nuestra mirada sería incompleta si no señaláramos como raíz del problema la crisis cultural, moral y religiosa en que estamos inmersos.
8. La cultura relativista imperante, al tiempo que corroe el sentido de la verdad, acentúa también el individualismo que lleva al encierro y la indolencia frente al sufrimiento del hermano y a un progresivo acostumbramiento y resignación ante la pobreza y exclusión de muchos. Por otro lado, el consumismo exacerbado de unos pocos expresa la prevalencia de actitudes narcisistas y egoístas en la sociedad.
9. Es una crisis moral porque se han debilitado valores fundamentales de la convivencia familiar y social. La voluntad no se mueve tanto para el servicio y la solidaridad sino tras lo placentero del momento. La deuda social no es solamente “un problema económico o estadístico. Es, primariamente, un problema moral que nos afecta en nuestra dignidad más esencial”. (HB5)
10. Es una crisis religiosa porque no hemos tenido suficientemente en cuenta a Dios como Creador y Padre, fundamento de verdadera fraternidad y de toda razón y justicia. Sin Dios estamos como huérfanos y la sombra del desamparo se expande sobre los que están a la intemperie social.
11. Ante la situación descripta, nos preguntamos: ¿Por qué no hemos sabido concretar en la Argentina los sanos deseos de nuestro pueblo? La vida en democracia requiere ser animada por valores permanentes, y fundamentarse en:
• El respeto a la Constitución Nacional y las Leyes.
• La autonomía de los Poderes del Estado como principio fundamental de la República, y la vigencia de las Instituciones.
• El bien personal y sectorial deben armonizarse con la búsqueda del bien común, y siempre teniendo particularmente en cuenta a los más pobres.
12. Tal como lo afirmamos en noviembre del año pasado, renovamos el llamado a comprometernos hacia un Bicentenario en Justicia y Solidaridad (2010-2016), sin pobreza ni exclusión, sin enemistades ni violencias. Reafirmamos que “nuestra patria es un don de Dios confiado a nuestra libertad, como un regalo que debemos cuidar y perfeccionar” (HB11). En ella todos somos corresponsables de la construcción del bien común y creceremos sanamente como Nación si afianzamos juntos nuestra identidad.
13. El próximo 10 de diciembre asumirán legisladores y otros representantes que han sido electos durante este año. Invitamos a nuestros fieles a que recemos en cada parroquia y capilla en las Misas del sábado 5 y domingo 6 de diciembre, por ellos y por todos los que tienen alguna responsabilidad pública.
14. Renovando nuestra esperanza en Jesucristo Señor de la Historia, pedimos a la Virgen de Luján nos ayude a seguir construyendo una Patria de hermanos.+
jueves, 12 de noviembre de 2009
Revista Umbrales
La revistas UMBRALES (Revista de Actualidad Religiosa Latinoamericana), es una publicación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de la Provincia de Uruguay, con temas de actualidad mes a mes nos ofrece la posibilidad de tener un material más que importante para nuestra formación e información.
Actualmente la revista además puede descargarse desde la web en formato PDF. Su nueva dirección es http://www.umbrales.edu.uy/
Actualmente la revista además puede descargarse desde la web en formato PDF. Su nueva dirección es http://www.umbrales.edu.uy/
Corazón de Jesús
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Dios, Padre Celestial Ten piedad de nosotros
Dios Hijo, Redentor del mundo Ten piedad de nosotros
Dios, Espíritu Santo Ten piedad de nosotros
Santísima Trinidad, que eres un solo Dios Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, Hijo del Eterno Padre Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, formado en el seno de la Virgen Madre por el Espíritu Santo Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, unido sustancialmente al Verbo de Dios. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, templo santo de Dios. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, santuario de la justicia y del amor. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, digno de toda alabanza. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, formado en el seno de la Virgen Madre por el Espíritu Santo. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, unido substancialmente al Verbo de Dios. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, templo santo de Dios. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, santuario de la justicia y del amor. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, digno de toda alabanza. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, en quien se hallan todos los tesoros de la sabiduría, y de la ciencia. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, en quien reside toda la plenitud de la divinidad. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, en quien el Padre se complace. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos hemos recibido. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, deseado de los eternos collados. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, paciente y lleno de misericordia. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, generosos para todos los que te invocan. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, fuente de vida y santidad. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, triturado por nuestros pecados. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, traspasado por una lanza. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, fuente de todo consuelo. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, víctima por los pecadores. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, salvación de los que en ti esperan. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, esperanza de los que en ti mueren. Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos. Ten piedad de nosotros
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. Perdónanos, Señor
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. Óyenos, Señor
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. Ten piedad de nosotros
Jesús, manso y humilde de Corazón. Haz nuestro corazón semejante al tuyo.
Oración:
Oh Dios todopoderoso y eterno, mira el Corazón de tu amadísimo Hijo, las alabanzas y satisfacciones que en nombre de los pecadores te ofrece y concede el perdón a éstos que piden misericordia en el nombre de tu mismo Hijo, Jesucristo, el cual vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.
martes, 10 de noviembre de 2009
Hijos "Huérfanos" de padres "buena onda"
Bueno, pero... ¿Qué nos pasa? ¿Qué es lo que nos hace suponer, que alguien más tiene la responsabilidad de cuidar de nuestros hijos, si nosotros, que se supone que somos los que más los amamos, no queremos tomar esa responsabilidad ? Es ridículo ver esas mesas redondas, en las cuales funcionarios públicos, dueños de bares y discotecas, miembros de comités ciudadanos y medios de comunicación se culpan unos a otros por algo que no es más que falta de responsabilidad de nosotros los padres. Que si en los bares le venden alcohol a menores; que si los agentes de tránsito reciben sobornos, que si no cierran estos lugares a la hora señalada... ¿Pero en dónde están los padres de éste menor que tomó más de la cuenta?, ¿Quién lo recibe en su casa a esas horas y en ese estado?, ¿Quién le dio el dinero para entrar en el bar, para el alcohol y para el soborno? , ¿Dónde están los padres que le dieron el carro a un menor que no es capaz de hacerse responsable y maneja aunque esté tomado? ¡Por favor! En qué piensan los padres de esos jóvenes que salen de su casa a las 11 de la noche, habiendo empezado a tomar desde en la tarde, durante el partido de Tigres contra Rayados? ¿Y qué están pensando los padres de la jovencita de 16 ó 17 años, que va a conseguir raid de regreso con la mamá de fulanita, sin querer enterarse de que esa mamá ni siquiera está en la ciudad? Por qué queremos pasarles la responsabilidad de decidir en manos de quién ponen su vida si todavía no son capaces de decidir de que color pintarse el pelo, hoy con rayitos, mañana mejor negro. Por qué les damos permiso a nuestras hijas de irse a dormir después de la disco a casa de una amiga y cargamos la responsabilidad de llevarlas a los novios de 19, 20 años quién sabe a qué hora y no sabemos ni cómo, pues puede ser que tome de más ¿Por qué queremos creer que son maduros y responsables si nosotros mismos no lo estamos siendo? Nos volvemos ciegos a los peligros por comodidad, nos hacemos los "buena onda", "es que yo sí le tengo confianza a mi hija". ¡Lo que tenemos es miedo ,flojera, no queremos actuar como padres!. Nuestros hijos no necesitan que seamos sus amigos... Ellos ya tienen un montón de amigos, de su edad. Nuestros hijos necesitan padres valientes y responsables, que pongan reglas y luego estén ahí para ver que se cumplan. ¿Cómo va a depender la seguridad de mi hijo del barman de un antro o del agente de tránsito, o del dueño de la disco si cumple la ley y cierra a las 3:00 a.m. en lugar de a las 6:00 a.m.? Yo creo que sí debería haber una ley. Pero para los padres de familia. Yo creo que sí debería de haber un horario, pero el que los padres pongan en su casa independientemente de la hora que cierren los antros. ¿De qué tenemos miedo, papás? ¿Por qué no podemos poner reglas? ¿Porqué no podemos exigir que se cumplan?. Si los jóvenes no necesitaran guía, si no necesitaran límites, autoridad a quién respetar... no existiríamos los padres. Se nos encomendó una misión muy especial, la más grande: colaborar con Dios en la Creación y es a nosotros a quien se nos pedirá cuentas por nuestros hijos, no al dueño del bar, no al amigo de nuestro hijo que iba conduciendo borracho cuando chocaron, no al policía, no al maestro...¡a nadie más! Nunca, nadie podrá hacer que nuestros hijos regresen a casa a tiempo y a salvo, si nosotros no podemos hacerlo. No existe ley, ni horario, ni funcionario capaz de hacer por nuestros hijos, lo que nosotros no queremos hacer.
Actuar como padres
Es muy difícil claro, oír de ellos "Es que todos te tienen miedo, papá", ¡Pues no importa! No estamos en campaña de elecciones para el papá más popular del año, ya cada quién tiene el padre que le tocó y sería estúpido poner en peligro la seguridad de nuestros hijos por quedar bien con sus amigos. Es terriblemente injusto, además, que estén en peligro jóvenes que sí tienen reglas en su casa, que saben que al llegar, estarán esperándolos sus padres, desvelados pero contentos de saber que se divirtieron y orgullosos de comprobar que van madurando y que actúan de acuerdo a lo que se les está tratando de inculcar: Libertad con Responsabilidad. Es horrible oír de muertes de muchachos así, que han tenido la desgracia de toparse con esos otros jóvenes, hijos "Huérfanos" de padres "buena onda". No estaría mal, ganarnos el respeto de nuestros hijos, tomando las riendas de su vida, haciéndonos responsables de su hora de llegada, de lo que toman, de sus calificaciones, haciéndoles saber lo que esperamos de ellos y creando los medios para ayudarles en su lucha para conseguirlo. Pongamos los pies en la tierra, seamos concientes...Los jóvenes lo único que necesitan, es que actuemos como padres
http://www.pastoralfamiliarbuenosaires.blogspot.com/
... se hace camino al andar...
Día del Enfermo
Durante el fin de semana, 7 y 8 de Noviembre, en adhesión al Día del Enfermo "Escúchalo, ámalo y anúnciale a Cristo nuestra esperanza", toda la comunidad parroquial quizo acompañar a los enfermos que se visitan y se rezo muy especialmente por todos ellos.
En las celebraciones el p. Héctor impartió el sacramento de la Unción de los Enfermos a las personas mayores, como también a varios enfermos que se hicieron presente en las comunidades gracias a la colaboración de todos.
Luego de las celebraciones se realizaron pequeños "ágapes" en las comunidades y con las personas que participaron en las celebraciones.
GRacias a todas las comunidades, agentes de pastoral por colaborar en la acogida a los enfermos en nuestras comunidades.
Gracias a todos los agentes de pastoral de la salud por estar presentes y trabajar en esta silenciosa tarea, que Dios los bendiga!
En las celebraciones el p. Héctor impartió el sacramento de la Unción de los Enfermos a las personas mayores, como también a varios enfermos que se hicieron presente en las comunidades gracias a la colaboración de todos.
Luego de las celebraciones se realizaron pequeños "ágapes" en las comunidades y con las personas que participaron en las celebraciones.
GRacias a todas las comunidades, agentes de pastoral por colaborar en la acogida a los enfermos en nuestras comunidades.
Gracias a todos los agentes de pastoral de la salud por estar presentes y trabajar en esta silenciosa tarea, que Dios los bendiga!
domingo, 8 de noviembre de 2009
Carta a Dios ...
GRACIAS. CON ESTA PALABRA PODRÍA CONCLUIR ESTA CARTA, DIOS MÍO, AMOR MÍO. Porque eso es todo lo que tengo que decirte: gracias, gracias. Sí, desde la altura de mis cincuenta y cinco años, vuelvo mi vista atrás, ¿qué encuentro sino la interminable cordillera de tu amor? No hay rincón en mi historia en el que no fulgiera tu misericordia sobre mi. No ha existido una hora en que no haya experimentado tu presencia amorosa y paternal acariciando mi alma.
Ayer mismo recibía la carta de una amiga que acaba de enterarse de mis problemas de salud, y me escribe furiosa: «Una gran carga de rabia invade todo mi ser y me rebelo una vez y otra vez contra ese Dios que permite que personas como tú sufran.» ¡Pobrecita! Su cariño no le deja ver la verdad. Porque -aparte de que yo no soy más importante que nadie- toda mi vida es testimonio de dos cosas: en mis cincuenta años he sufrido no pocas veces de manos de los hombres. De ellos he recibido arañazos y desagradecimientos, soledad e incomprensiones. Pero de ti nada he recibido sino una interminable siembra de gestos de cariño. Mi última enfermedad es uno de ellos.
Me diste primero el ser. Esta maravilla de ser hombre. El gozo de respirar la belleza del mundo. El de encontrarme a gusto en la familia humana. El de saber que, a fin de cuentas, si pongo en una balanza todos esos arañazos y zancadillas recibidos serán siempre muchísimo menores que el gran amor que esos mismos hombres pusieron en el otro platino de la balanza de mi vida. ¿He sido acaso un hombre afortunado y fuera de lo normal? Probablemente. Pero ¿en nombre de qué podría yo ahora fingirme un mártir de la condición humana si sé que, en definitiva, he tenido más ayudas y comprensión que dificultades?
Y, además, tú acompañaste el don de ser con el de la fe. En mi infancia yo palpé tu presencia a todas horas. Para mí, tu imagen fue la de un Dios sencillo. Jamás me aterrorizaron con tu nombre. Y me sembraron en el alma esa fabulosa capacidad: la de saberme amado, la de experimentar tu presencia cotidiana en el correr de las horas.
Hay entre los hombres -lo sé- quienes maldicen el día de su nacimiento, quienes te gritan que ellos no pidieron nacer. Tampoco yo lo pedí, porque antes no existía. Pero de haber sabido lo que sería mi vida, con qué gritos te habría implorado la existencia, y ésta, precisamente, que de hecho me diste.
Absolutamente decisivo el nacer en la familia que tú me elegiste. Hoy daría todo cuanto después he conseguido sólo por tener los padres y hermanos que tuve. Todos fueron testigos vivos de la presencia de tu amor. En ellos aprendí -¡qué fácilmente!- quién eras y cómo eres. Desde entonces amarte -y amar, por tanto, a todos y a todo- me empezó a resultar cuesta abajo. Lo absurdo habría sido no quererte. Lo difícil habría sido vivir en la amargura. La felicidad, la fe, la confianza en la vida fueron, para mí, como el plato de natillas que mamá pondría, infallablemente, a la hora de comer. Algo que vendría con toda seguridad. Y que si no venía, era simplemente porque aquel día estaban más caros los huevos, no porque hubiera escaseado el amor. Entonces aprendí también que el dolor era parte del juego. No una maldición, sino algo que entraba en el sueldo de vivir; algo que, en todo caso, siempre sería insuficiente para quitarnos la alegría.
A todo ello, ahora -siento un poco de vergüenza al decirlo- ni el dolor me duele, ni la amargura me amarga. No porque yo sea un valiente, sino sencillamente porque al haber aprendido desde niño a contemplar ante todo las zonas positivas de la vida y al haber asumido con normalidad las negras, resulta que, cuando éstas llegan, ya no son negras, sino sólo un tanto grises. Otro amigo me escribe en estos días que podré soportar la diálisis «chapuzándome en Dios». Y a mi eso me parece un poco excesivo y melodramático. Porque o no es para tanto o es que de pequeño me «chapuzaron» ya en la presencia «normal» de Dios, y en ti me siento siempre como acorazado contra el sufrimiento. O tal vez es que el verdadero dolor aún no ha llegado.
A veces pienso que he tenido «demasiado buena suerte». Los santos te ofrecían cosas grandes. Yo nunca he tenido nada serio que ofrecerte. Me temo que, a la hora de mi muerte, voy a tener la misma impresión que en ese momento tuvo mi madre: la de morirme con las manos vacías, porque nunca me enviaste nada realmente cuesta arriba para poder ofrecértelo. Ni siquiera la soledad. Ni siquiera esos descensos a la nada con que tú regalas a veces a los que verdaderamente fueron tuyos. Lo siento. Pero ¿qué hago yo si a mi no me has abandonado nunca? A veces me avergüenzo pensando que me moriré sin haber estado nunca a tu lado en el huerto de los olivos, sin haber tenido yo mi agonía de Getsemaní. Pero es que tú -no sé por qué- jamás me sacaste del domingo de Ramos. Incluso alguna vez --en mis sueños heroicos- he pensado que me habría gustado tener yo también una buena crisis de fe para demostrarte a ti y a mi mismo que la tengo. Dicen que la auténtica fe se prueba en el crisol. Y yo no he conocido otro crisol que el de tus manos siempre acariciantes.
Y no es, claro, que yo haya sido mejor que los demás. El pecado ha puesto su guarida en mí y tú y yo sabemos hasta qué profundidades. Pero la verdad es que ni siquiera en las horas de la quemadura he podido experimentar plenamente la llama negra del mal de tanta luz como tú mantenías a mi lado. En la miseria, he seguido siendo tuyo. Y hasta me parece que tu amor era tanto más tierno cuantas más niñerías hacía yo.
Presumir ante ti de persecuciones y dificultades. Pero tú sabes que, aún en lo humano, me rodeó siempre más gente estupenda que traidora y que recibí por cada incomprensión diez sonrisas. Que tuve la fortuna de que el mal nunca me hiciera daño y, sobre todo, que no me dejara amargura dentro. Que incluso de aquello saqué siempre ganas de ser mejor y hasta misteriosas amistades.
Me diste el asombro de mi vocación. Ser cura es imposible, tú lo sabes. Pero también maravilloso, yo lo sé. Hoy no tengo, es cierto, el entusiasmo de enamorado de los primeros días. Pero, por fortuna, no me he acostumbrado aún a decir misa y aún tiemblo cada vez que confieso. Y sé aún lo que es el gozo soberano de poder ayudar a la gente -siempre más de lo que yo personalmente sabría- y el de poder anunciarles tu nombre. Aún lloro -¿sabes?- leyendo la parábola del hijo pródigo. Aún -gracias a ti- no puedo decir sin conmoverme esa parte del Credo que habla de tu pasión y de tu muerte.
Porque, naturalmente, el mayor de tus dones fue tu Hijo, Jesús. Si yo hubiera sido el más desgraciado de los hombres, si las desgracias me hubieran perseguido por todos los rincones de mi vida, sé que me habría bastado recordar a Jesús para superarlas. Que tú hayas sido uno de nosotros me reconcilia con todos nuestros fracasos y vacíos. ¿Cómo se puede estar triste sabiendo que este planeta ha sido pisado por tus pies? ¿Para qué quiero más ternuras que la de pensar en el rostro de María?
He sido felíz, claro. ¿Cómo no iba a serlo? Y he sido felíz ya aquí, sin esperar la gloria del cielo. Mira, tú ya sabes que no tengo miedo a la muerte, pero tampoco tengo ninguna prisa porque llegue. ¿Podré estar allí más en tus brazos de lo que estoy ahora? Porque éste es el asombro: el cielo lo tenemos ya desde el momento en que podemos amarte. Tiene razón mi amigo Cabodevilla: nos vamos a morir sin aclarar cuál es el mayor de tus dones, si el de que tú nos ames o el de que nos permitas amarte.
Por eso me da tanta pena la gente que no valora sus vidas. Pero ¡sí estamos haciendo algo que es infinitamente más grande que nuestra naturaleza: amarte, colaborar contigo en la construcción del gran edificio del amor!
Me cuesta decir que aquí te damos gloria. ¡Eso sería demasiado! Yo me contento con creer que mi cabeza reposando en tus manos te da la oportunidad de quererme. Y me da un poco de risa eso de que nos vas a dar el cielo como premio. ¿Como premio de qué? Eres un tramposo: nos regalas tu cielo y encima nos das la impresión de haberlo merecido. El amor, tú lo sabes muy bien, es él solo su propia recompensa. Y no es que la felicidad sea la consecuencia o el fruto del amor. El amor ya es, por sí solo, la felicidad. Saberte Padre es el cielo. Claro que no me tienes que dar porque te quiera. Quererte ya es un don. No podrás darme más.
He querido hablar de ti y contigo en esta página final de mis Razones para el amor. Tú eres la última y la única razón de mi amor. No tengo otras. ¿Cómo tendría alguna esperanza sin ti? ¿En qué se apoyaría mi alegría si nos faltases tú? ¿En qué vino insípido se tornarían todos mis amores si no fueran reflejo de tu amor? Eres tú quien da fuerza y vigor a todo. Y yo sé sobradamente que toda mi tarea de hombre es repetir y repetir tu nombre. Y retirarme.
JLM Descalzo
Ayer mismo recibía la carta de una amiga que acaba de enterarse de mis problemas de salud, y me escribe furiosa: «Una gran carga de rabia invade todo mi ser y me rebelo una vez y otra vez contra ese Dios que permite que personas como tú sufran.» ¡Pobrecita! Su cariño no le deja ver la verdad. Porque -aparte de que yo no soy más importante que nadie- toda mi vida es testimonio de dos cosas: en mis cincuenta años he sufrido no pocas veces de manos de los hombres. De ellos he recibido arañazos y desagradecimientos, soledad e incomprensiones. Pero de ti nada he recibido sino una interminable siembra de gestos de cariño. Mi última enfermedad es uno de ellos.
Me diste primero el ser. Esta maravilla de ser hombre. El gozo de respirar la belleza del mundo. El de encontrarme a gusto en la familia humana. El de saber que, a fin de cuentas, si pongo en una balanza todos esos arañazos y zancadillas recibidos serán siempre muchísimo menores que el gran amor que esos mismos hombres pusieron en el otro platino de la balanza de mi vida. ¿He sido acaso un hombre afortunado y fuera de lo normal? Probablemente. Pero ¿en nombre de qué podría yo ahora fingirme un mártir de la condición humana si sé que, en definitiva, he tenido más ayudas y comprensión que dificultades?
Y, además, tú acompañaste el don de ser con el de la fe. En mi infancia yo palpé tu presencia a todas horas. Para mí, tu imagen fue la de un Dios sencillo. Jamás me aterrorizaron con tu nombre. Y me sembraron en el alma esa fabulosa capacidad: la de saberme amado, la de experimentar tu presencia cotidiana en el correr de las horas.
Hay entre los hombres -lo sé- quienes maldicen el día de su nacimiento, quienes te gritan que ellos no pidieron nacer. Tampoco yo lo pedí, porque antes no existía. Pero de haber sabido lo que sería mi vida, con qué gritos te habría implorado la existencia, y ésta, precisamente, que de hecho me diste.
Absolutamente decisivo el nacer en la familia que tú me elegiste. Hoy daría todo cuanto después he conseguido sólo por tener los padres y hermanos que tuve. Todos fueron testigos vivos de la presencia de tu amor. En ellos aprendí -¡qué fácilmente!- quién eras y cómo eres. Desde entonces amarte -y amar, por tanto, a todos y a todo- me empezó a resultar cuesta abajo. Lo absurdo habría sido no quererte. Lo difícil habría sido vivir en la amargura. La felicidad, la fe, la confianza en la vida fueron, para mí, como el plato de natillas que mamá pondría, infallablemente, a la hora de comer. Algo que vendría con toda seguridad. Y que si no venía, era simplemente porque aquel día estaban más caros los huevos, no porque hubiera escaseado el amor. Entonces aprendí también que el dolor era parte del juego. No una maldición, sino algo que entraba en el sueldo de vivir; algo que, en todo caso, siempre sería insuficiente para quitarnos la alegría.
A todo ello, ahora -siento un poco de vergüenza al decirlo- ni el dolor me duele, ni la amargura me amarga. No porque yo sea un valiente, sino sencillamente porque al haber aprendido desde niño a contemplar ante todo las zonas positivas de la vida y al haber asumido con normalidad las negras, resulta que, cuando éstas llegan, ya no son negras, sino sólo un tanto grises. Otro amigo me escribe en estos días que podré soportar la diálisis «chapuzándome en Dios». Y a mi eso me parece un poco excesivo y melodramático. Porque o no es para tanto o es que de pequeño me «chapuzaron» ya en la presencia «normal» de Dios, y en ti me siento siempre como acorazado contra el sufrimiento. O tal vez es que el verdadero dolor aún no ha llegado.
A veces pienso que he tenido «demasiado buena suerte». Los santos te ofrecían cosas grandes. Yo nunca he tenido nada serio que ofrecerte. Me temo que, a la hora de mi muerte, voy a tener la misma impresión que en ese momento tuvo mi madre: la de morirme con las manos vacías, porque nunca me enviaste nada realmente cuesta arriba para poder ofrecértelo. Ni siquiera la soledad. Ni siquiera esos descensos a la nada con que tú regalas a veces a los que verdaderamente fueron tuyos. Lo siento. Pero ¿qué hago yo si a mi no me has abandonado nunca? A veces me avergüenzo pensando que me moriré sin haber estado nunca a tu lado en el huerto de los olivos, sin haber tenido yo mi agonía de Getsemaní. Pero es que tú -no sé por qué- jamás me sacaste del domingo de Ramos. Incluso alguna vez --en mis sueños heroicos- he pensado que me habría gustado tener yo también una buena crisis de fe para demostrarte a ti y a mi mismo que la tengo. Dicen que la auténtica fe se prueba en el crisol. Y yo no he conocido otro crisol que el de tus manos siempre acariciantes.
Y no es, claro, que yo haya sido mejor que los demás. El pecado ha puesto su guarida en mí y tú y yo sabemos hasta qué profundidades. Pero la verdad es que ni siquiera en las horas de la quemadura he podido experimentar plenamente la llama negra del mal de tanta luz como tú mantenías a mi lado. En la miseria, he seguido siendo tuyo. Y hasta me parece que tu amor era tanto más tierno cuantas más niñerías hacía yo.
Presumir ante ti de persecuciones y dificultades. Pero tú sabes que, aún en lo humano, me rodeó siempre más gente estupenda que traidora y que recibí por cada incomprensión diez sonrisas. Que tuve la fortuna de que el mal nunca me hiciera daño y, sobre todo, que no me dejara amargura dentro. Que incluso de aquello saqué siempre ganas de ser mejor y hasta misteriosas amistades.
Me diste el asombro de mi vocación. Ser cura es imposible, tú lo sabes. Pero también maravilloso, yo lo sé. Hoy no tengo, es cierto, el entusiasmo de enamorado de los primeros días. Pero, por fortuna, no me he acostumbrado aún a decir misa y aún tiemblo cada vez que confieso. Y sé aún lo que es el gozo soberano de poder ayudar a la gente -siempre más de lo que yo personalmente sabría- y el de poder anunciarles tu nombre. Aún lloro -¿sabes?- leyendo la parábola del hijo pródigo. Aún -gracias a ti- no puedo decir sin conmoverme esa parte del Credo que habla de tu pasión y de tu muerte.
Porque, naturalmente, el mayor de tus dones fue tu Hijo, Jesús. Si yo hubiera sido el más desgraciado de los hombres, si las desgracias me hubieran perseguido por todos los rincones de mi vida, sé que me habría bastado recordar a Jesús para superarlas. Que tú hayas sido uno de nosotros me reconcilia con todos nuestros fracasos y vacíos. ¿Cómo se puede estar triste sabiendo que este planeta ha sido pisado por tus pies? ¿Para qué quiero más ternuras que la de pensar en el rostro de María?
He sido felíz, claro. ¿Cómo no iba a serlo? Y he sido felíz ya aquí, sin esperar la gloria del cielo. Mira, tú ya sabes que no tengo miedo a la muerte, pero tampoco tengo ninguna prisa porque llegue. ¿Podré estar allí más en tus brazos de lo que estoy ahora? Porque éste es el asombro: el cielo lo tenemos ya desde el momento en que podemos amarte. Tiene razón mi amigo Cabodevilla: nos vamos a morir sin aclarar cuál es el mayor de tus dones, si el de que tú nos ames o el de que nos permitas amarte.
Por eso me da tanta pena la gente que no valora sus vidas. Pero ¡sí estamos haciendo algo que es infinitamente más grande que nuestra naturaleza: amarte, colaborar contigo en la construcción del gran edificio del amor!
Me cuesta decir que aquí te damos gloria. ¡Eso sería demasiado! Yo me contento con creer que mi cabeza reposando en tus manos te da la oportunidad de quererme. Y me da un poco de risa eso de que nos vas a dar el cielo como premio. ¿Como premio de qué? Eres un tramposo: nos regalas tu cielo y encima nos das la impresión de haberlo merecido. El amor, tú lo sabes muy bien, es él solo su propia recompensa. Y no es que la felicidad sea la consecuencia o el fruto del amor. El amor ya es, por sí solo, la felicidad. Saberte Padre es el cielo. Claro que no me tienes que dar porque te quiera. Quererte ya es un don. No podrás darme más.
He querido hablar de ti y contigo en esta página final de mis Razones para el amor. Tú eres la última y la única razón de mi amor. No tengo otras. ¿Cómo tendría alguna esperanza sin ti? ¿En qué se apoyaría mi alegría si nos faltases tú? ¿En qué vino insípido se tornarían todos mis amores si no fueran reflejo de tu amor? Eres tú quien da fuerza y vigor a todo. Y yo sé sobradamente que toda mi tarea de hombre es repetir y repetir tu nombre. Y retirarme.
JLM Descalzo
Dar desde nuestra pobreza
Dios es absolutamente más rico que nadie, porque es absolutamente el más pobre. No tiene nunca nada para sí, sino siempre para el otro. El Padre para el Hijo, el Hijo para el Padre, el Padre y el Hijo para el Espíritu Santo común. Pero tampoco el Espíritu tiene nada para sí, sino todo para el Padre y para el Hijo. Esto no es tampoco un egoísmo a dos o a tres, puesto que en Dios cada uno piensa verdaderamente sólo en el otro y quiere enriquecer al otro. Y toda la riqueza de Dios consiste en este darse y recibir el Tú.
La pobre viuda, que ha dado todos sus haberes, está muy cerca de este Dios. ¿Acaso no se puede decir que Dios ha echado todos sus haberes en el cepillo de las ofrendas del mundo, cuando nos dio a aquel hombre sin apariencia, escondido, apenas localizable en la historia del mundo, llamado Jesús de Nazaret?
¿No se puede decir que en este casi nada nos ha entregado Dios más que con el rico y gigantesco universo, puesto que así nos ofreció «todo lo que necesitaba para vivir», a fin de que nosotros, aunque él muriera, pudiéramos vivir de su vida eterna?
(H. U. von Balthasar, Tu coroni l'anno con la tua grazia, Milán 1990, p. 177 [edición española: Tú coronas el año con tu gracia, Encuentro, Madrid 1997]).
viernes, 6 de noviembre de 2009
Ordenación Diaconal de Moises
Con gran alegría nos unimos en oración para dar gracias a Dios por la ordenación diaconal de Moises
La celebración será a las 19:30 precidida por el Arzobispo de Córdoba Carlos Ñañez.
Seguramente hemos compartido algunos momentos con él, en campamentos, misiones o encuentros. Que este momento especial en su vida, pueda ayudarnos a reflexionar sobre nuestro seguimiento de Jesús.
La celebración será a las 19:30 precidida por el Arzobispo de Córdoba Carlos Ñañez.
Seguramente hemos compartido algunos momentos con él, en campamentos, misiones o encuentros. Que este momento especial en su vida, pueda ayudarnos a reflexionar sobre nuestro seguimiento de Jesús.
Encuentro Juvenil
Día del Enfermo
La Comisión Episcopal para la Pastoral de la Salud, en nombre de los obispos argentinos, expresó su deseo de que el Día del Enfermo, que se recuerda el segundo domingo de noviembre, “despierte en nuestras comunidades un fuerte sentido de solidaridad” y señaló la triple consigna –a modo de lema- que debe primar frente a los enfermos: “Escúchalo, ámalo, anúnciale a Cristo nuestra esperanza”.
“Que ya los niños descubran la misteriosa presencia de Jesús en los hermanos enfermos. Que los jóvenes, especialmente las chicas consideren que el Señor podría llamarlas para consagrarse a la defensa y cuidado de la vida. Que nuestros parientes enfermos y ancianos puedan confiar en la generosidad de sus hermanos y sus hijos. Y que puedan contar con la cercanía de los sacerdotes y amigos de nuestras comunidades eclesiales”, precisó.
En un comunicado con la firma del presidente del organismo eclesiástico, monseñor Luis Stöckler, obispo de Quilmes, consideró que este año “han sucedido cosas que han tocado fuertemente nuestra sensibilidad” al referirse a la amenaza del dengue y a la emergencia nacional por la gripe A H1NI que, según dijo, “nos hizo tomar conciencia de que nadie está exento de poder enfermarse inesperadamente y hasta perder la vida”.
“Pero este peligro -reconoció- ha sido, a la vez, motivo para aprender a ser responsables y protegernos mutuamente. Tanto más nos estremece cuando, los que están afectados por una grave enfermedad, son condenados a muerte con prácticas criminales por el comercio de fármacos falsos, que involucra a importantes sectores públicos”.
Monseñor Stöckler hizo hincapié en el lema para esta jornada, al subrayar que “el enfermo debe ser centro y protagonista de nuestro encuentro. Él tiene algo que decirnos. El prestar atención a lo que nos manifiesta, nos dispone a compartir su vida y sostenerla. Por la palabra del Señor sabemos, que en cada enfermo visitamos a Cristo mismo”.
Tras señalar que “la espiritualidad cristiana está orientada a la salud en sentido total; porque tiende a la restauración del hombre entero en Cristo. Amar al enfermo significa compartir su anhelo de sanarse”, llamó a “luchar por la vida, con todos los medios que estén a nuestro alcance, es la manera cómo se manifiesta la autenticidad de nuestro amor”.
“Hay que respetar la obra que Dios está haciendo en el enfermo. Porque lo ama y reconoce en él o ella a su propio Hijo. Con Cristo, todo lo humano tiene sentido; especialmente el dolor y la enfermedad. Él es nuestra Esperanza. En el bautismo hemos muerto y resucitado con Cristo; por eso hemos de animar al enfermo para que se deje alcanzar por Él. Junto a Cristo está su Madre quien nos ayuda a acoger y completar las vivencias de su Hijo, y participar así en la redención del mundo”, reiteró.+
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